
Mucho se habla de los déficits cuantitativos y poco de los cualitativos. Es cierto, las cantidades importan y son cruciales para atender las necesidades en materia de vivienda, infraestructura y espacio público, entre otros. Sin embargo, las coberturas de estos equipamientos han alcanzado cifras ya muy altas que ahora la preocupación se ha volcado hacia su calidad. En este sentido, el urbanismo táctico ha nacido y se ha posicionado como respuesta a estas inquietudes para mejorar la calidad de vida de todos a través de intervenciones pequeñas, específicas, locales y a bajo costo.
Muchas son las bondades que se derivan de esta forma de hacer urbanismo en las ciudades. En primer lugar, al ser un proyecto local, a nivel de barrio, es un proceso que involucra a la comunidad, por lo que genera y permite una apropiación mayor por parte de estos. El peatón se vuelve, entonces, el centro de estas intervenciones a escala humana. En segundo lugar, esta herramienta es poco costosa, se enfoca en los detalles y su impacto se ve a corto plazo, de ahí gran parte de su atractivo. En tercer lugar, se trata de experimentos cuya implementación es rápida, además están en constante adaptación, socialización y perfeccionamiento.
Pero ¿Cuáles son algunos ejemplos en esta materia? Quizás la intervención más conocida en todo el mundo es la transformación de Time Square en Nueva York. Con la peatonalización y demarcación de sus calles, así como la implementación de mobiliario urbano innovador y flexible, esta zona ruidosa y contaminada pasó a ser la intersección cultural y comercial más concurrida del planeta. En Colombia, y con el apoyo del BID, municipios como Rionegro y La Estrella, en Antioquia, se han convertido en modelos de este tipo de urbanismo. A través del color, señalización, mobiliario urbano sencillo, plantas y de un importante componente de educación cívica, se ha logrado transformar las calles para beneficio de toda la población. Indicadores de seguridad y convivencia vial, así como en materia económica de los locales comerciales alrededor de estas zonas, demuestran su efectividad.
Aunque hay quienes se oponen a estos procesos por parecer superficial, cortoplacista y coyuntural, lo cierto es que, son más sus beneficios e impactos que sus desventajas. Es cierto que el urbanismo táctico tiene un componente de temporalidad, pero ese aspecto puede ser usado a favor para experimentar y generar pilotos con este tipo de herramientas flexibles que se adaptan a las características propias de cada área a tratar. Si bien, el urbanismo táctico no es la panacea, sí es un componente vital que puede complementar otras estrategias urbanas que permitan lograr y aterrizar la visión de las ciudades. Además, es participativo e inspirador a la vista y motiva a seguir construyendo territorios incluyentes.
Finalmente, la pandemia ha sido el momento adecuado para seguir invirtiendo en este tipo de técnicas, pues el espacio público se ha vuelto más vital que nunca. De igual forma, el barrio y la escala micro son importantes, debido a que el urbanismo táctico busca, en últimas, mejorar la experiencia de las personas en el espacio público. La ciudad adquiere una connotación de laboratorio vivo donde se puede jugar y experimentar para lograr beneficios de toda índole, de ahí, la proliferación de intervenciones recientes en el marco del urbanismo táctico.