El valor de un país proviene de producir riqueza y construir un Estado fuerte, limitado por la ley y responsable frente a los ciudadanos; así lo ha demostrado la historia alrededor del mundo y a lo largo del tiempo. ―Macario Schettino
México fue predominante agrícola hasta antes del siglo XX y hasta 1950, hoy por hoy, México es una nación prácticamente urbana, cerca de 8 de cada 10 mexicanos viven en una localidad con características urbanas, llegando a la cantidad de 92.6 millones de personas que residen en alguna ciudad. Luis Unikel, en la década de los setentas consideró que para que una localidad fuera considerada realmente urbana debería contar con más de 15 mil habitantes (Villalvazo, Corona y García, 2002). Con estos datos, diríamos que existen 421 ciudades y de éstas, a manera de una mayor expansión, articulación y concentración urbana, se han conformado 92 zonas metropolitanas (SEDATU 2023). Pero ¿qué pasó? ¿Por qué se decidió concentrarse la gente en las ciudades?
La mutua relación y la dependencia que hay entre los dos tipos de espacios: urbanos y rurales, muestra que el campo ha provisto de alimentos y de materias primas a la ciudad, y ésta de productos manufacturados, de tecnología y de servicios de comunicación al campo, entre otros. Muchos campesinos y habitantes del medio rural, fueron desplazados por el movimiento revolucionario del siglo XX a los espacios urbanos y allí decidieron quedarse. A otros les otorgaron tierras y a algunos más los dotaron de ejidos. La revolución hizo justicia y llegó el reparto agrario. Y aunque éste había sido el principal móvil de la revolución, el campo comenzó a dejar de ser el motor de la economía mexicana y las nuevas actividades sustituyeron a las actividades primarias en la generación de riqueza.
“Llega uno a cualquier parte y no tiene más que escoger la casa que le cuadre y ésa agarra sin pedirle licencia a naiden. Entonces ¿pa quién jue la revolución? ¿Pa los catrines? Si ahora nosotros vamos a ser los meros catrines.”
― Mariano Azuela
En las ciudades, se cuenta con muchos más servicios y las necesidades de la gente suelen resolverse mejor; si bien, la gente que un día salió del campo para ir a vivir a las ciudades, a su vez se creó el estigma de que vivir las ciudades significaba prosperidad y modernidad, dejando muchas otras cosas que tampoco eran malas: no solo la idea rústica de un aire más puro, sino auto manutención, una vida más sencilla, relajada y sobre todo un sistema territorial urbano-rural complementario. Se estima que a la fecha todavía hay más de 200 mil localidades no urbanas y que se encuentran dispersas por todo el territorio nacional.
“Todas las artes han producido maravillas. El arte de gobernar sólo ha producido monstruos”
― Mariano Azuela
¿Cómo gobernar el crecimiento de 421 ciudades, incluidas 92 zonas metropolitanas, y cómo atender más de 200 mil localidades rurales? Demasiada gente concentrada y demasiada gente dispersa. Una dicotomía compleja que debe ser regulada y no mal entendida para que sus pasos sean bien dirigidos. Por un lado el 74.2% de los mexicanos vive en ciudades y del otro 25.8% que vive en comunidades rurales de las cuales existe un 6.2% de la población del país viviendo en condición de aislamiento, lo que representa casi siete millones de mexicanos. La ubicación aislada impacta en la accesibilidad a servicios y productos básicos, por lo que se trata de un tema de suma importancia para satisfacer las necesidades más inmediatas y mejorar las oportunidades de desarrollo y bienestar de la población en estas circunstancias.
“El estado no siempre ha tenido esa percepción que existe hoy en occidente de ser un ente ineficaz y sin poder. Lo vemos con la corriente Metabolista que trabajó con el gobierno japonés en los años 60 para combatir las debilidades estructurales del país. Lo interesante de los metabolistas es que a pesar de ser grandes individualistas actuaban en grupo. Esta posibilidad hoy no existe. La obsesión por competir ha aislado a los arquitectos de si mismos”.
― Rem Koolhas

A lo largo de la historia de nuestro país ha habido ordenanzas, leyes y reglamentos no sólo para dirigir y regular el desarrollo de todas esas ciudades y localidades mencionadas, también para dictar ordenamientos para los espacios que quedan entre ciudad y ciudad; entre localidad y localidad. Sin duda, son las ciudades de mayor tamaño las que influyen más sobre las localidades, más pequeñas y más débiles de por sí; y por supuesto, también influyen sobre otras ciudades, igualmente más pequeñas y débiles. Estos espacios intermedios que se generan y las localidades que los componen, son los espacios y las localidades típicamente rurales del país. Si bien, a nivel regional los espacios de influencia son vastos. Tan vastos que su extensión debe ser medida en tiempos de recorrido. En estos espacios caben ciudades de menor o mayor tamaño, influencia y poderío, tierras cultivo o tierras infértiles, grandes o pequeñas instalaciones industriales o turísticas, zonas de conservación ecológica, entre otras.. Todos estos elementos están allí y componen más de un sistema. Son verdaderos espacios de alta competencia productiva en bienes, servicios y conocimiento. Esto es atractivo porque cuentan con población calificada y especializada, al igual que con infraestructura que facilita el intercambio tanto de mercancías como de información. Son centros para la toma de decisiones que impactan al resto del territorio por lo que se les considera que pueden atraer inversiones y más población.

Sede establecer un verdadero Sistema Nacional de Ordenamiento del Territorio que tenga como eje rector lo que dicta el artículo 27° del la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos en imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés público, así como el de regular, en beneficio social, el aprovechamiento de los elementos naturales susceptibles de apropiación, con objeto de hacer una distribución equitativa de la riqueza pública, cuidar de su conservación, lograr el desarrollo equilibrado del país y el mejoramiento de las condiciones de vida de la población rural y urbana. Esta visión de Ordenamiento del Territorio debe en principio identificar los sistemas urbano rurales (dejando atrás el complejo y corrupción de la propiedad ejidal y comunal que por más de un siglo al ser mal entendidos han abierto más la brecha de la desigualdad y justicia social) y la regionalización del país, mediante la suma y articulación de sistemas urbano rurales; así como una jerarquización y una caracterización de los principales centros de población, conurbaciones y zonas metropolitanas de acuerdo con su ubicación y condiciones socio-económicas, ambientales, geográficas y físico espaciales en el país, para así sacar el mejor provecho de cada espacio, sea urbano o sea rural.
Para lograr romper con el olvido y la disparidad entre el campo y la ciudad, me parece, en primero que debemos lograr contar con un Estado rector fuerte que respete la ley y sepa aprovechar y ordenar de manera eficiente el territorio nacional, generando con ello competitividad y un desarrollo justo y sostenible.
