El #LaboratorioSocialMed de la Fundación Mi sangre, en Colombia, propició la reflexión ‘¿Cuál es la economía del futuro?’, que resultó en un llamado ético para superar juntos los efectos de la pandemia.

“Las economías desiguales no son sostenibles, no son negocio. siempre digo que el tema de la equidad, de la desigualdad no es asunto de altruismo sino de sostenibilidad en el tiempo. No es sostenible una sociedad desigual porque sencillamente estamos en el momento cuando, por más que algunos pocos tengan mucho, tampoco tendrán a quién ofrecérselo porque finalmente la mayoría no tendrá con qué”.
Las palabras de Claudia Restrepo, exvicealcaldesa de la ciudad de Medellín, exgerente del Metro de Medellín y hoy responsable de capacidades en la organización de bienestar social local (caja de compensación) Comfama, retumban como una voz de la consciencia que llama, en tiempos de pandemia, por el retorno a lo más esencial del ser humano.
Ella fue una de las invitadas, junto a Francisca Rojas, especialista senior en Desarrollo Urbano y Vivienda del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), por el Laboratorio Social Medellín de la Fundación Mi Sangre, creada por el artista Juanes y dirigida por Catalina Cock; para reflexionar sobre ‘¿Cuál es la economía del futuro?’.
Tanto para las invitadas como para los asistentes, el espacio tuvo como conclusión que una economía sin alma seguramente terminará por agravar las situaciones que, desde todos los campos de conocimiento se están analizando y debatiendo en la actualidad: ¿cómo, a partir de esta crisis sanitaria mundial, podemos ser mejores, más justos, respetuosos de la naturaleza, más solidarios?
“Si los seres humanos no tenemos una ruta ética clara en la reflexión sobre la economía, podemos estar hablando de una economía futura que no va a dar respuesta a su verdadero propósito qué es administrar los recursos, sino que vamos a ahondar en la desigualdad en hacernos más frágiles aún”, expresó Restrepo en el espacio de encuentro virtual.

Para Restrepo, que llamó a pensar el tema y sus consecuencias a través de cómo ha impactado la crisis en las formas de vivir, las formas desarrollar la economía y la relación con la naturaleza, el medio ambiente (finalmente fuente básica y finita de recursos); la economía del futuro, especialmente como escenario urbano, deberá decidir muy bien entre la técnica y el humanismo; en el entendido que muchas de las labores que hoy están en el escenario, van a desaparecer.
También, invitó a considerar que las economías colaborativas no son solo aquellas definidas por el soporte tecnológico, sino que, vista dentro de un contexto humanista: “son aquellas que parten del principio de que los recursos son limitados, que tenemos que administrarlos bien y que tenemos que colaborar entre nosotros para que su sistema funcione y diseñar mecanismos para que su administración sea justa”.
En este sentido, su reflexión partió justamente de pensar en cómo ha cambiado la pandemia las formas de vivir actuales y que, para la futura doctora en Filosofía, tomó al mundo bajo el concepto de aldea global pensado como un mecanismo de intercambio de información, pero no como un espacio de afectación mutua. Advirtió que es la primera vez en la historia humana que una pandemia se vive “en línea” y entre sus principales efectos es que les enrostró a los seres humanos (y a la economía) su fragilidad, en el entendido que lo que se inició en la para muchos lejana China, hoy está en la casa del vecino en este lado del mundo.
“Esta es una realidad que, si no nos cambia la manera de pensar, entonces no habremos aprendido absolutamente nada”, recalcó al tiempo que insistió que, al hablar de la revolución digital actual, la reflexión debe incluir justamente la tecnología, pero nunca separada de la revolución del pensamiento y en ese sentido expresó la necesidad de pensar el futuro de la economía más a largo plazo ya que la pandemia evidenció que el ser humano es también un virus para la naturaleza y el confinamiento produjo que la naturaleza se expresara mejor con animales en las ciudades y aire más limpio.
“Y eso no genera inquietudes y preguntas de si es necesario consumir tanto, si necesitamos gastar tanto, un montón de preguntas alrededor. Lo cierto es que esas cosas que están asociadas a nuestra manera de vivir, a la cotidianidad y a nuestra manera de relacionarnos con el mundo, finalmente se necesita establecerlas en un campo que es el campo de la economía”.